REFERENTES CONCEPTUALES





La argumentación oral hace parte de nuestra vida cotidiana y está presente en diversos tipos de escenarios como son en nuestra vida privada, en las visitas que hacemos a nuestros amigos, en las relaciones con los familiares y vecinos, etc. También en los debates públicos entre políticos cuando se aproximan las campañas electorales, en las relaciones con los estudiantes y con los compañeros de trabajo.
Actualmente la escuela se encuentra inmersa en un contexto comunicativo que trasciende las fronteras de lo cotidiano, se pueden escuchar temas de controversia que susurran al oído de los demás en tanto suscitan espacios de conversación. Dichos espacios deben ser promulgados desde la educación preescolar, o también llamada educación inicial, pues es allí donde se gestan procesos de aprendizaje mediados por el diálogo y la argumentación.
Al citar la palabra argumentación se denota una serie de componentes sociolingüísticos y comunicativos que generan un amplio despliegue de opiniones, ideas y estructuras pertenecientes al campo de la actividad metaverbal sobre esta competencia comunicativa.
Hoy más que nunca urge desarrollar la competencia argumentativa en nuestros estudiantes, de tal manera que aprendan a resolver sus conflictos a partir de la palabra oral o escrita, donde se reconozca que el verdadero poder es el que se ejerce a partir de la fuerza de los argumentos. En esta dirección Camps, A. y Dolz, J. (1995:7) plantean que:
Saber argumentar constituye, para todos los actores de una democracia, el medio fundamental para defender sus ideas, para examinar de manera crítica las ideas de los otros, para rebatir los argumentos de mala fe y para resolver muchos conflictos de intereses. Para un joven o un adolescente, saber argumentar puede ser aún más importante: constituye el medio para canalizar, a través de la palabra, las diferencias con la familia y la sociedad. Así pues surge la conveniencia de crear situaciones reales o simuladas en que los niños o los jóvenes tengan posibilidades de llevar a cabo todas las operaciones propias de la argumentación y ejercitarse en las estrategias implicadas.
Consideramos importante enfatizar que la educación básica y la educación preescolar no han asumido en forma sistemática la enseñanza de la argumentación, nos hemos centrado más en señalar las limitaciones y dificultades de los niños para ejercitar esta competencia que a implementar algún tipo de secuencia didáctica encaminada a desarrollarla, no tenemos datos, ni experiencias sistemáticas que realmente nos demuestren que esta población está limitada para ejercer la argumentación. Al respecto Camps y Dolz (1995:5) consideran lo siguiente:
La enseñanza metódica de la argumentación apenas se contempla en los profesores de bachillerato, los profesores universitarios y por la sociedad en general. No sólo no se enseña a los estudiantes a expresar sus opiniones oralmente o por escrito, a discutir y a debatir temas controvertidos, sino que muy pocos manuales de lectura presentan textos argumentativos. A pesar de ello, niños y jóvenes viven inmersos en una sociedad de la persuasión en que se intenta influir en la opinión de los ciudadanos y también en la de ellos a través de todos los medios de comunicación orales y escritos. Incluso los cuentos y las fábulas dirigidos a los más pequeños intentan transmitir, más o menos directamente, juicios de valor y opiniones morales.
Dada la importancia de esta competencia en la formación integral de los seres humanos y sobre todo para el ejercicio de la democracia, se considera pertinente estimular esta habilidad comunicativa desde el primer ciclo de enseñanza en donde las prácticas de lectura y escritura lleven al estudiante a pensar críticamente con argumentos que pueda debatir, cuestionar y explicar con la ayuda de propuestas didácticas encaminadas a desarrollar la argumentación oral y escrita en nuestros estudiantes.
Es importante que desde edades tempranas, las manifestaciones orales o escritas de la competencia argumentativa tengan un espacio privilegiado al interior del aula de clases , a partir de determinadas situaciones de aprendizaje como lo es la promoción de los debates en el aula motivados por la lectura de diferentes tipos de textos o, situaciones de la cotidianidad pedagógica que les implique a los niños defender un punto de vista con sus respectivas justificaciones, como por ejemplo, el rechazo de algunos niños de cinco o seis años para colocarse una chaqueta cuando llueve o hace frío o, las razones que presentan en el momento de justificar su negativa para participar en determinadas actividades, o sus explicaciones en torno al por qué de su predilección para ver ciertos programas de televisión y no otros, etc. En estas situaciones donde emergen diversos tipos de argumentos, se puede observar que la calidad de los mismos no depende sólo de la competencia cognitiva de los niños sino también de su experiencia lectora y de otro tipo de vivencias, es decir de la calidad de sus conocimientos previos.
En esta perspectiva, de la enseñanza de la argumentación, Dolz, J. (1995:67) plantea lo siguiente:
El discurso argumentativo es una actividad verbal específica cuyo aprendizaje está determinado por el contexto social y las intervenciones escolares. La escuela debería ser el lugar por excelencia de su aprendizaje para permitir el desarrollo de unas capacidades mínimas y la construcción de una base cultural común sobre la argumentación para todos los alumnos. Desde mi punto de vista, seis son los elementos a tomar en cuenta para desarrollar una enseñanza sistemática de la argumentación. Las situaciones de argumentación, la estructura de base de los argumentos, las operaciones específicas de la argumentación, las estrategias y los procedimientos retóricos y la planeación.
Al introducir en el aula de clase de los niños de educación preescolar y básica primaria determinados tipos de textos donde predomina la argumentación, como editoriales, artículos de opinión , debates orales y cartas de los lectores de periódicos de circulación regional o nacional, y, además implementarse algunas secuencias didácticas encaminadas a mejorar la comprensión de este tipo de textos, como es el caso del trabajo didáctico a partir de su superestructura, es decir, donde los niños tengan que identificar la intención y la tesis que defiende el autor, los argumentos que esgrime y la conclusión, se puede jalonar el desarrollo de la argumentación oral y escrita, pues, el conocimiento de las superestructuras textuales facilita la comprensión y la producción textual.
No podemos esperar que los niños lleguen a los grados avanzados de la educación básica, media y universitaria para empezar a trabajar la argumentación, esa enseñanza tardía puede ser una de las causas más significativas de las dificultades que experimentan los jóvenes y adultos para ejercer esta competencia. Es función de la escuela familiarizar a los niños desde temprana edad con este tipo de textos. Pues, uno de los propósitos fundamentales de la educación es formarnos para la sensibilidad a los argumentos y sobre todo a la calidad de los mismos, en esta perspectiva Mockus, A. (2000:33) considera que (…) la educación nos hace vulnerables a la argumentación, de lo contrario no hemos sido educados.(…)”
De ahí la necesidad de adelantar investigaciones relacionadas con la argumentación en la escuela, de manera que podamos plantear las posibilidades didácticas más adecuadas para mejorar esta competencia en nuestros niños. Hoy más que nunca urge desarrollar la competencia argumentativa en nuestros estudiantes de tal manera que aprendan a resolver sus conflictos a partir de la palabra, sea esta oral o escrita. donde se reconozca que el verdadero poder es el que se ejerce a partir de la fuerza de los argumentos. En esta dirección Camps, A. y Dolz, J. (1995:7) plantean que:
Saber argumentar constituye, para todos los actores de una democracia, el medio fundamental para defender sus ideas, para examinar de manera crítica las ideas de los otros, para rebatir los argumentos de mala fe y para resolver los conflictos.
Las pruebas SABER (2005), aún siguen mostrándonos las serias dificultades que los estudiantes poseen para componer un texto escrito, o para comunicar con claridad lo que sienten, piensan y conocen del mundo. Así mismo, las dificultades que experimentan para realizar una lectura crítica o intertextual, habilidad que está en estrecha relación con la competencia argumentativa, en la medida que tanto en ésta como en la argumentación es necesario tomar una posición en torno a un tema particular.
En esta perspectiva, por ejemplo, considerar la escritura en la educación infantil como un proceso simple, determinado por la motricidad y no por el lenguaje y el pensamiento, hizo que se perdiera con la infancia, una gran posibilidad didáctica para desarrollar el pensamiento, la creatividad y sobre todo, la capacidad de argumentar(Ferreiro y TeberosKy,1979, Ferreiro,1999; Hurtado,1998).
Actividades como discutir un punto de vista en público, participar en un debate contradictorio, escribir un texto para justificar una decisión, dirigir una carta a un periódico para refutar los argumentos de un editorial, argumentar en defensa de una tesis, escribir un texto protesta, etc., son actividades verbales que deberían ocupar un puesto importante en los currículos escolares, pero para aprender a argumentar no basta con crear situaciones argumentativas interesantes para los estudiantes, se hace preciso organizar en forma sistemática las intervenciones didácticas en donde se observen y se analicen las capacidades de los educandos cuando leen o escriben un texto argumentativo se propongan secuencias didácticas adaptadas a las características de los mismos y se evalúen los progresos alcanzados por los niños.